Durante el aprendizaje y la práctica de las formas del Tai Chi habrá que tomar en cuenta los diferentes aspectos y etapas a fin de lograr unificar el cuerpo y la mente y descubrir la verdadera esencia del Arte.
1. Lentitud y Relajación.
Por lo general, el acercarnos a la práctica del Tai Chi es con la finalidad de relajar y tonificar nuestro organismo, así como recuperar o mantener la buena salud, para lograrlo, habremos de enseñarlo a moverse en forma lenta, rompiendo con los ritmos normales de la vida cotidiana que han condicionado nuestro cuerpo y nuestra mente. A nivel físico, la realización de los movimientos en forma conscientemente lenta nos ayuda descubrir y relajar las tensiones acumuladas a lo largo de los años, a nivel psíquico, la lentitud de movimiento nos permite reencontrarnos y abandonar las confusiones de nuestra mente, nos da ese sentimiento de unidad que hemos perdido por el ritmo de la vida moderna. Paso a paso, la práctica nos dará claridad mental, enfocará nuestra atención y ampliará nuestra conciencia, el ritmo lento nos permite sentir, disfrutar de nuevo nuestro cuerpo a través del movimiento, aprendemos a darnos cuenta de la relación de todo el organismo, esta forma de moverse va desactivando los patrones condicionados y nos permite tomar conciencia del presente, de la totalidad, de la Unidad.
2. Consciencia.
El desarrollo de la consciencia es una cualidad interna en la práctica del Tai Chi, los aspectos físicos de lentitud y relajación son la base para despertar la consciencia y la experiencia profunda de nosotros mismos. En la tradición Taoísta, la consciencia consta de tres fundamentos filosóficos: Hsin, I y T’ing. El Hsin se refiere al corazón y la mente y nos remite a la consciencia primordial. I, se refiere a la actividad mental, al desarrollo de las ideas, a la intención, es lo dirige el Qi (Chi) a través del cuerpo durante la práctica. T’ing significa oír, pero más profundamente se refiere al desarrollo de la sensación, del sentimiento y la intuición. El desarrollo de la consciencia es la unificación de nuestros aspectos físicos, mentales y espirituales en una facultad que guía y conforma nuestras acciones. Al inicio del aprendizaje, el estudiante debe enfrentarse a diversos obstáculos como la inquietud, el constante murmullo mental, la tensión física, la falta de coordinación, etc. todo esto puede dispersar nuestra concentración. Sin embargo, la perseverancia en la práctica habrá de llevarnos a reencontrar constantemente nuestro centro, a tener consciencia del presente, a disfrutar del silencio y la quietud. Así, llegamos a experimentar cada movimiento de la forma y poco a poco logramos mantener más tiempo nuestra consciencia hasta sentir el flujo del Qi (Chi) y los sutiles cambios que se producen en el organismo. Con la consciencia, nuestra práctica va mucho más allá de la repetición mecánica, así, la actividad externa es el marco en el que se realiza el trabajo interno; a su vez, el movimiento externo queda imbuido en la consciencia, esto representa la dimensión meditativa de la práctica del Tai Chi.
3. Aprendizaje de las Formas.
Para muchos alumnos, los primeros meses del aprendizaje resultan emocionantes; no así para muchos otros que abandonan antes de darse la oportunidad de descubrir y disfrutar el verdadero sentido del Arte. Definitivamente los requerimientos antes mencionados, como la lentitud en los movimientos, enfrentan al practicante a experimentar su cuerpo de una manera totalmente diferente a lo habitual, la fase inicial puede causar desesperanza al no obtener resultados inmediatos, los beneficios del Tai Chi se experimentan en forma lenta y paulatina, no debe haber prisa. El estudio de las diferentes teorías, como la del Yin / Yang, así como la de los Cinco Elementos, además de dar sentido a la práctica, nos ayuda a descubrir los desajustes y debilidades orgánicas causadas por desequilibrios energéticos y proporcionan las herramientas para trabajar con ellos. Por lo anterior, hemos mencionado la necesidad de contar con un Maestro experimentado que pueda guiarnos tanto a nivel técnico en el aprendizaje de las formas, como ayudándonos a reconocer nuestra propia capacidad y potencial interno. Se deduce entonces, la inutilidad del aprendizaje de la práctica mediante un libro e incluso un video, por más gráfico que haya sido realizado. El contacto vivo con el Maestro y otros estudiantes es lo enriquece tanto la práctica, como a cada uno de los participantes en la misma. En un principio la imitación fiel de los movimientos del Maestro es básica en esta etapa de la práctica, debemos aprender la forma, pero paso a paso darnos la oportunidad de experimentarla, desarrollando así la sensibilidad y la atención que forman la base del desarrollo de nuestra consciencia.
1. Interiorización
Una vez trascendida la etapa anterior: el aprendizaje de la forma, -mediante el cultivo de los movimientos hasta que son asimilados por el organismo, cuando ya no es necesario pensar en los movimientos, cuando se conocen de memoria estamos listos para iniciar la etapa intermedia. En la etapa intermedia, la forma deja de ser movimiento externo y se interioriza, es decir, empezamos a darnos la oportunidad de sentir y experimentar el movimiento desde el interior. En cada movimiento habrá que identificar las cualidades Yin ó Yang, por ejemplo, al empujar las manos hacia el frente, debemos percibir hasta donde el movimiento esta en plenitud, sabiendo que antes de ese punto el movimiento aún es incompleto y si lo alargamos de más perdemos nuestro centro. En ese mismo movimiento, el empuje hacia fuera se considera Yang, mientras que el movimiento hacia dentro se considera Yin. Así, vamos afinando nuestro cuerpo desde lo más interno hasta llegar a lo correcto, en cada caso, en cada alumno, hay un momento en que se descubre esta dimensión y se tiene la plena consciencia de que el movimiento fue adecuado. Es muy importante en esta etapa identificar tanto las cualidades del Yin / Yang, como las de los Cinco Elementos en cada movimiento, en cada posición y en cada postura se debe reflejar la conciencia de estas energías. En este momento, la experiencia del Maestro nos ayudará a identificar donde existen desequilibrios y falta de armonía, pero el alumno que se ha familiarizado mediante el estudio de las teorías del Yin / Yang y de los Cinco Elementos podrá comprender más fácilmente las observaciones de su Maestro. Por eso hemos diseñado este sitio y nos hemos tomado todo el tiempo requerido en su elaboración, para complementar y dar sentido a la práctica de las disciplinas. El alumno debe trascender la práctica, pasando de los movimientos externos hasta descubrir su propia sensibilidad, así, poco a poco la forma externa mejora en calidad, gana profundidad y se unifican cuerpo y mente.
1. Meditación en Movimiento
Cuando hemos logrado aprender las formas y distinguir las energías Yin / Yang y las diferentes cualidades de los Cinco Elementos, cuando hemos interiorizado y reconocemos los movimientos, estamos listos para trabajar el Tai Chi en su nivel más profundo. Aquí, la clave de la práctica radica en el control de la respiración mientras se realizan los movimientos. La respiración profunda, relajada y consciente desbloquea la tensión, el estrés y la inquietud, que son algunos obstáculos para el libre flujo del Qi. La respiración es una función que atañe a todo el cuerpo, no solo a los pulmones, sobre todo a la región del bajo vientre, donde se encuentra nuestro centro, el Tan T’ien. Mediante la respiración se establece un ritmo de expansión y contracción, se acumula la energía en este punto, y se genera un estado de ánimo tranquilo y sereno. Así se van conjuntando todas las etapas de la práctica, la respiración correcta se liga a los movimientos, se tiene la consciencia de las energías y las cualidades al realizar las formas y se empieza a conectar con el flujo del Qi, en algunos alumnos la presencia del Qi se manifiesta en un hormigueo o calor en las manos o brazos o en el Tan T’ien, con la constancia en la práctica, la experiencia del Qi se vuelve más general, se manifiesta en todo el cuerpo y se genera un campo de energía, nuestro sentido del Qi crece y sus efectos se perciben con más nitidez, los movimientos de las manos y piernas canalizan la energía mientras la mente visualiza el flujo a través de los meridianos, el verdadero trabajo de curación se inicia en esta etapa, la falta o el exceso son reconocidos y podemos mantenernos en el centro, logrando así, el equilibrio y la armonía a través del movimiento, es la etapa meditativa de la práctica. Llegar a este punto es descubrir y disfrutar la verdadera esencia del Arte del Tai Chi, podemos dejarnos ir totalmente al practicar, esta ausencia de esfuerzo y voluntad refleja el principio Taoísta del Wu-Wei, es decir, el “no-hacer”. Así, la sensación de separatividad y de los opuestos se desvanece, y dejamos espacio para que se manifieste en nosotros el Tao.
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